Eran las cinco la tarde. La
manifestación del 22M había comenzado, pero la cola de la marcha apenas podía
dar ningún paso. En una de las marquesinas de la Plaza Emperador Carlos V (lugar
de inicio de la manifestación), una mujer daba a entender que estaba esperando
la llegada de su autobús. Ese autobús tardaría horas en llegar ya
que el paseo del Prado y el de Recoletos era un torrente de personas que
navegaban con una consigna clara, directa, justa y fundamental. “Dignidad”.
Frente
a la marquesina se agolpaba la manifestación que procedía de la Plaza de la Beata , del barrio de
Legazpi. Cristina esperaba sola, observando y
escuchando todas las reclamas de la manifestación. “Tengo que enchufar a la
corriente eléctrica un mascarilla para el oxígeno. Si la conecto las horas que
me mandan, que son 16, entonces no puedo comer, porque tengo que pagar un
recibo de luz tan alto que no me llega, y por eso no puedo hacer las tres
comidas” afirmaba nada más empezar la conversación.
Haciendo referencia a la
indiferencia de los gobernantes exclamaba que “no porque somos viejas somos
tontas. Somos mayores, pero tontas no, y sabemos por qué estamos así y tenemos
esta ruina”. Tiene claro de quien es la culpa. “¿Sabes por qué en España estamos
tan mal?”, preguntaba y respondían enseguida: “porque tenemos muchos ladrones.
Están en la cárcel unos pocos pero tienen que meter a todos. Se han llevado el
dinero y nos han dejado sin nada. Pero igual que te lo digo yo, te lo dice todo
el mundo”.
Recuerda perfectamente el hambre que pasó hace
74 años. No olvida esos momentos. “Yo creía que esto no me volvería a pasar
otra vez a mi, porque bastante hambre ya pasé en el 40” .
Al preguntarle por su opinión
acerca de las cientos de personas que salieron hace días andando desde todos
los rincones de España se emociona. “Pues me dan ganas de
llorar, bueno no, estoy llorando porque si vienen andando de tan lejos es
porque lo están pasando muy mal. La gente no anda tantos kilómetros con las
llagas que traen en los pies si no les hiciera falta”.
"No piden para ellos solos, piden para el pueblo"
"No piden para ellos solos, piden para el pueblo"
En las marchas por la dignidad
habían personas desempleadas, estudiantes, trabajadoras y trabajadores que
habían pedido días libres para acudir a reivindicar la justicia social. Parecía
que hubiese estado con esas personas y se hubiese empapado de la solidaridad
que transmitían. “Y no piden para ellos solos, piden para el pueblo” señalaba.
Los minutos pasaban y ella
continuaba en la marquesina. Esta es la historia particular de Cristina, pero
no es ningún caso excepcional. A lo largo de los dos kilómetros que separan la Plaza de Emperador Carlos V
con la Plaza Colón
habían miles de personas que como esta mujer sufren las consecuencias de las
políticas capitalistas que han generado una sociedad donde se les ha despojado
de los derechos más básicos y fundamentales, como el pan, trabajo, techo. No
son caprichos, son derechos humanos que al igual que el resto
son intransferibles e innegociables. Ya lo anuncia el artículo 1 de la Declaración Universal
de Derechos Humanos: “Todos los seres humanos nacen, libres e iguales en
dignidad y derechos y, dotados como están de razón y conciencia, deben
comportarse fraternalmente los unos con los otros”.
Cristina tiene 76 años y no estaba esperando ningún autobús. Había llegado andando desde Carabanchel. “Nunca he venido a una manifestación, pero esto ya es imposible y estoy aquí para mostrar que los abuelitos con bastón también venimos” comentó mientras levantaba el cayado para enfatizar sus palabras.
Texto: Antonio Trives
Foto: Áxel Álvarez
Cristina tiene 76 años y no estaba esperando ningún autobús. Había llegado andando desde Carabanchel. “Nunca he venido a una manifestación, pero esto ya es imposible y estoy aquí para mostrar que los abuelitos con bastón también venimos” comentó mientras levantaba el cayado para enfatizar sus palabras.
Texto: Antonio Trives
Foto: Áxel Álvarez
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