Eran las cinco la tarde. La
manifestación del 22M había comenzado, pero la cola de la marcha apenas podía
dar ningún paso. En una de las marquesinas de la Plaza Emperador Carlos V (lugar
de inicio de la manifestación), una mujer daba a entender que estaba esperando
la llegada de su autobús. Ese autobús tardaría horas en llegar ya
que el paseo del Prado y el de Recoletos era un torrente de personas que
navegaban con una consigna clara, directa, justa y fundamental. “Dignidad”.